domingo, 23 de septiembre de 2012

MI BELLEZA ES MI INDIVIDUALIDAD


Millones de mujeres y hombres de todas las edades son infelices porque se “sienten feos”. ¿Y por qué se sienten feos?, sencillamente porque se comparan con el modelo de belleza de moda del momento. Cuando la sociedad “implanta” un modelo de mujer u hombre, inmediatamente la mayoría queda fuera de concurso, aumentando la insatisfacción y con ella la demanda de cirugías, tratamientos y todo tipo de cosa que se venda con la promesa de acercarnos a la transformación deseada. Pero lo que para muchos es un gran negocio, para los que se sienten feos es un trastorno psíquico y emocional difícil de ordenar.
Y en ese torbellino de angustia por no ser ni parecidos al modelo perfecto, nos vamos alejando cada vez más de poder darnos cuenta que, en realidad, cada uno de nosotros somos extraordinariamente diferentes y es, justamente, esa diferencia la que nos da la posibilidad de ser bellos. Digo la “posibilidad” porque la naturaleza genética por sí sola no es la responsable de lo mal que nos tratamos y de la fealdad que adquirimos por autodescuido. Es decir: si soy morocha de tez morena, cabello rizado,  nariz grande, senos pequeños, baja estatura  y ojos café, no soy fea por eso. Pero si estoy gorda porque me como todo, camino torcida, me cuelgan las carnes porque no hago actividad física, etc., entonces sí soy fea por eso. Uno es un modelo único e irrepetible, si lo cuido no hay posibilidad de no ser bello, individualmente bello. Claro que para entender esto primero hay que despojarse del modelo de belleza implantado por la sociedad y dejar, finalmente, de compararse con él. Si tratamos de mantener lo mejor posible el modelo individual, seremos los dueños absolutos de una belleza única e irrepetible que nos identifica y diferencia del resto. Tratar de ser distintos a uno mismo nos conduce por un camino de eterna insatisfacción, baja autoestima, dudas, miedos, frustraciones, etc. Pero tratar de hacer brillar el modelo que nos tocó, sin modificaciones, nos conduce por un camino de identidad, de seguridad, de amor, de logros, en fin: de felicidad.
Agradecer el modelo único que somos es el comienzo para empezar a sentirnos plenos, completos y poder disfrutarnos. Pelear contra el modelo único es una completa equivocación.

domingo, 9 de septiembre de 2012

SENTIRSE MERECEDOR


Alguna vez creí que si tenía un sueño lo podría alcanzar a fuerza de mucho trabajo y una gran fuerza de voluntad. Pero mi vasta experiencia de esfuerzos tremendos por alcanzar lo que deseaba me dio la posibilidad de descubrir que hay algo menos visible y decisivo a la hora de acariciar una oportunidad, algo que puede dar vueltas las cosas al punto de hacernos sentir verdaderos inútiles o verdaderos genios, más allá de la preparación que tengamos.
Cuando reviso mi desempeño frente a las oportunidades de mi pasado, descubro que esa vieja idea que tengo sobre mí,  es en definitiva la que decidió mi fortuna. Un niño no sabe si es valioso por sí mismo, son el trato y la atención que recibe de sus padres con lo que construye su primera idea de sí mismo, razón por la que es una idea muy errónea. Pero es esa primera idea la que aparece en cada oportunidad que se nos presenta de ser felices, ya sea para hundirnos o no, y no importará cuan genio seamos en algo, si en el fondo creemos que no somos merecedores, nos irá mal de todos modos. Por el contrario, las personas que se sienten merecedoras logran los objetivos con menos esfuerzos y felicidad. Te voy a contar sobre mi:
Yo me entrenaba muy duro para ser una bailarina clásica. Si mis compañeros practicaban dos horas diarias yo lo hacía cinco o más. Sabía que las oportunidades no te avisan con tiempo, aparecen y uno tiene que estar listo. Pero a pesar de sentirme como pez en el agua durante las clases de baile, cada vez que entraba en una situación de oportunidad, como un concurso, selección, etc., no era la misma de las clases, sentía que me hacía chiquitita y una sensación profunda de no merecimiento crecía desde lo más profundo de mis entrañas para apoderarse de mi control y todo salía mal. No lo entendía, sabía que tenía talento y me quedaba claro que me boicoteaba, pero no entendía el mecanismo hasta muchos años después. Crecí y viví mi primera juventud boicoteando todo lo que intentaba, razón por la cual mi felicidad no parecía depender de mi. No fue hasta que, por necesidad, inventé mi método de gimnasia Verler y comencé a dar clases, y progresivamente empecé a sentir, por primera vez, que era valiosa.  Podía verme reflejada en la alegría que sentían mis alumnas al estar conmigo haciendo algo que era yo. Ellas eran el espejo que me dio una idea de mi totalmente distinta a la que mis padres me habían dado. Me fortalecí, y lo hice desde mi misma, encontré mi valor dentro mío. Me vi en el otro y por primera vez y me gusté. No importa lo que hagamos, lo que sentimos cuando lo hacemos es lo que nos define y nos hace felices, porque es allí, en el camino de hacer las cosas en donde está la dicha, la felicidad no nos está esperando en un lugar. Pero caminar con sentimientos de no merecimiento es como no llegar nunca a ningún lado. Tenemos la mala costumbre de pensar que no podemos ser capaces de hacer algo bien sin la aprobación de alguien superior a uno, como si alguien desde afuera de nosotros mismos tuviese el poder de otorgarnos el valor para algo y el merecimiento de la dicha por hacerlo. Como cuando éramos niños, hacíamos algo y mirábamos a papá o a mamá buscando la aprobación. ¡Cuántas cosas dejamos en el camino por sentirnos incapaces de lograrlas, de no merecerlas y cuanta dicha nos privamos!.
Hoy se que el límite soy yo misma. Siento que merezco todo lo que desee hacer. Y si en alguna ocasión, en la que mi valor se pone a prueba, aparece mi vieja idea de mi, con la intención de boicotearme, puedo identificar lo que me está sucediendo y recordarme que ese sentimiento no es verdadero, que yo valgo para mi y no por lo que halla significado para mis padres o para los demás, que soy lo elijo ser, es mi sentimiento de mi misma, es la pasión con que hago lo que me gusta, es el amor que me permito sentir por los que elegí amar y es el amor que me quiero dar.
Por todo lo expuesto, te quiero decir: que cuanto más te atrevas a hacer lo que desees hacer, más oportunidad tendrás de ser feliz.  Participa activamente de tu propio destino, construye tu sentimiento sobre ti, y si aparece algún sentimiento de no merecimiento, recuérdate que no te pertenece, y sigue avanzando.

martes, 4 de septiembre de 2012

LA DECISIÓN DE SER FELIZ


Una vez, hace más de 20 años, un amigo me dijo: “ser feliz es una decisión”. Pero yo no estaba muy convencida de su afirmación, ya que para mi, la felicidad, era el estado emocional que deviene cuando se obtienen aquellas cosas y situaciones que soñamos, como dinero, un príncipe azul, éxito, fama, una casa hermosa, hijos, etc.. Jamás hubiera imaginado que, aún con todas las carencias que tenía entonces, podía comenzar a ser feliz en ese instante y en esa situación. Sin embargo, y a pesar de haber luchado contra viento y marea para lograr tener todo aquello que soñé, nunca me detuve a disfrutarlo, las cosas me pasaban de largo, siempre tenía algo más importante que lograr, y lo que es aún peor: mi angustia crecía y la posibilidad de alcanzar la felicidad parecía alejarse aún más, como los espejismos, cuanto más caminas hacia ellos, más se alejan.
Pero una mañana de lluvia me sucedió una revelación muy impactante: supe, de repente, que no hay cosa en la tierra que tenga “valor” ni “sentido”, que ninguna nos acerca a la felicidad, salvo a momentos de alegría efímeros y cortos, mi alma tenía frío y miedo. Sentí terror, mi lucha había sido una terrible pérdida de tiempo, sentí que no sabía donde estaba parada. Lloré desconsoladamente, mi esposo y mis hijos me miraban absortos. Por suerte, mi esposo  con esa sabiduría que solo tienen los que se atreven a amar sintiendo el amor, me abrazó y me dijo al oído: “aquí estoy, aquí estamos, tus hijos y yo te amamos”.  Fue en ese momento, en donde comprendí que la felicidad es un estado interior que se construye a partir de uno mismo en ese momento único que se llama presente, es una elección constante acerca de cómo nos tomamos las cosas que nos suceden, acerca de qué parte vemos de la realidad que nos rodea en cada segundo, más allá de cuánto hallamos logrado obtener de nuestros sueños, el secreto es el estado emocional con que transitamos el camino, no hay un destino, no nos está esperando la felicidad en una estación del futuro, es aquí, ahora, es desde el momento que comienzo a soñar, a amar, a ver a sentir. Yo puedo elegir qué ver de lo que hay frente a mi, qué sentir acerca de lo que me sucede, a qué darle mi tiempo, a qué y a quienes darle mi atención, yo puedo comenzar a desactivar los mecanismos que me hacen tan infeliz frente al presente y en cambio construir nuevos mecanismos que transformen a ese momento gris en un momento extraordinario y feliz, yo puedo hacer que la felicidad suceda aquí y ahora, en lugar de esperar que llegue condicionada a grandes logros cinematográficos. Asique “decidí” ser feliz, comencé por observarme en cada situación de la vida, y así fui construyendo mis grandes cambios de actitud frente a ellas. Por ejemplo, descubrí con asombro, que solo me permitía relajarme y sentir algún sentimiento de placer solo si no había en mi presente ningún asunto molesto que resolver, razón por la cual mis momentos de felicidad duraban un suspiro o eran un imposible. Descubrí que los problemas invadían a mi cuerpo emocional, al punto de no poder disfrutar la sonrisa de mis hijos, y tantas cosas que me perdí. Descubrí que mi infancia llena de soledad y vacía de expresiones afectivas, no me dejaba avanzar sobre lo nuevo, al punto de seguir sintiéndome sola e insignificante a pesar del amor incondicional de mi esposo,  hijos, y de todos los afectos que supe cosechar. Descubrí que nos quedamos entrampados en mecanismos de reacción frente a las cosas que nos van sucediendo, acordes a los mecanismos que aprendimos de los que estuvieron a nuestro lado desde el día uno de nuestras vidas, por eso nos cuesta tanto elegir, porque de alguna manera estamos condicionados a ser y reaccionar como lo hicieron nuestros modelos o el modelo que hicimos de nosotros mismos.
No es fácil, pero una vez que identificamos los mecanismos que nos alejan de la felicidad,  los podemos revertir, transformar o elegir otros que nos hagan sentir tranquilos y felices a pesar del problema o situación que estemos viviendo. Podemos desarrollar la habilidad de un traductor de idiomas: primero lees la situación desde el mecanismo o idioma que conoces mejor, lo identificas enseguida como dañino para ti y entonces tienes la posibilidad de elegir traducirlo en otro mecanismo o idioma más dulce que te patee a favor y no en contra. Te aseguro que es extraordinariamente posible lograrlo.

Verónica Lercari