martes, 21 de febrero de 2012

POR MIEDO

Miles de sueños y proyectos vamos almacenando en el cesto de la frustración. Encontramos un sin fin de excusas para no intentar hacerlos, y gracias a ellas nos retorna la paz porque nos permite autoconvencemos de que no son posibles, hasta que de vez en cuando, en esos pequeños lapsos inoportunos de hiperconciencia, nos aflora del subconsciente la verdad que aparece sin permiso para intimarnos  de un grito la única palabra que nos define: "cobarde". Nos vamos quedando quietos frente al entorno que nos desagrada, de brazos caídos sin más opción que justificar nuestra mediocre participación en la realidad que nos rodea y que supimos construir. Claro que sabemos, en el fondo, que si contáramos con una pizca de VALOR todo podría ser distinto. Por eso, cuando aflora esa verdad de las profundidades neuronales del cerebro, y antes de deprimirnos por aceptar nuestra cobardía, volvemos a hundir el mensaje a las profundidades del subconsciente llenando nuestro estómago con comidas ricas, o mareando a las inoportunas neuronas con alcohol, o tal vez con los efectos relajantes de la nicotina o las drogas. En fin, como dice el refrán: "más vale malo conocido que bueno por conocer", ¿y sabés por qué?, porque tenemos MIEDO, nos aterra la sola idea que por intentar cambiar las cosas estas se pongan más oscuras de lo que ya son, miedo, tenemos miedo....Después de todo una realidad gris no es tan malo como una negra, aunque nos quedemos eternamente sin saber como sería una de lindos colores, y todo por no intentarlo, si, por miedo....

domingo, 5 de febrero de 2012

El día que conocí a Julio Bocca

Esta historia tiene más de 30 años. Yo estaba en una clase de ballet de Olga Ferri. Recuerdo hasta el paso que estábamos realizando: "el plié´". La clase había comenzado hacía unos 8 minutos. De pronto entra un niño desalineado, medio gordito y muy irreverente, se pone en la barra delante mío dejándome poco lugar para moverme, cosa que me molestó. Recuerdo que pensé: "¿y este quién se cree que es?", pero no pasó un minuto que lo vi moverse y supe que se trataba de alguien que sería un grande. No pude concentrarme más, el pequeño monstruo de 11 años capturaba las miradas de todos dejándonos con la boca abierta. Pasaron unos 4 años más de ese momento mágico donde lo vuelvo a encontrar. Era en un acto en el teatro Colón que se realizaba en el salón dorado como apertura del año o algo así, la cuestión es que mientras la directora del Instituto Superior de Artes del Teatro Colón no paraba de hablar, se escuchaba un ruidito molesto que venía del suelo, lo seguí con la mirada y ahí estaba, el pequeño genio sentado en el piso totalmente abstraído del mundo, mientras tarareaba una melodía movía sus manos marcando una coreografía. Así era Julio: autista, siempre en lo suyo. No pasó mucho tiempo en el que un amigo en común nos presentó. Él transcurría una adolescencia hormonalmente intensa, su cara llena de granos y su cuerpo, por entonces, poco agraciado se transformaban en un Dios Griego cuando bailaba, era algo increíble, imposible de describir, sólo los que lo vimos en esos años podemos dar fe de lo que digo. Yo lo espiaba bailar cada vez que podía, era un regalo a mi alma, parecía un ángel, todo le salía tan extraordinario que un día le pregunté: "¿vos te esforzás por ser el mejor?", y él me contestó: "lo que hacen los demás no tengo idea, no me importa, yo trato de ser el mejor de mi mismo, sino no bailo"...Bueno, éste fue el comienzo, luego seguiré contando. Quiero dejarlos pensar en la respuesta de un grande, y ojalá te ayude tanto como lo hizo conmigo. Porque en una sociedad en dónde todo está afuera de uno mismo ¡qué bueno es preguntarse!: Y yo, ¿soy el mejor de mi mismo?...