domingo, 23 de marzo de 2014

¿PARA QUIÉN ELIJO LO QUE SE COME EN CASA?

El día que decidí cocinar según lo que le convenía a mi salud, protestaron todos, ahí me di cuenta que hasta ese momento YO me había adaptado a los gustos del grupo familiar, que uno se va dejando llevar por los demás hasta el punto de creer que estoy de a cuerdo con lo que como, y lo que es peor, que es mi elección. ¿Alguna vez te preguntaste si estás de acuerdo con lo que cocinas, con lo que compras para comer?, ¿es tú verdadera decisión?, ¿no será que a manera de mimos compras y cocinas lo que sabes que les gusta a los miembros de tu grupo?. Porque de todo eso me di cuenta ese día. Las personas nos adaptamos a la mayoría siempre, salvo cuando se tiene una fuerte convicción de que algo debe ser distinto para uno, entonces nos enfrentamos a la lucha de ser eso: “diferente”.
Así fue que emprendí un cambio de dirección en mi alimentación y en la de mi familia. En principio me llevó 2 años que mi grupo familiar acepte y “respete” mi necesidad. Luego comencé a hacer un trabajo muy finito con ellos para que se vallan acoplando a una calidad nutricional mejor. Como sabía que les haría muy bien a la salud que dejaran el hábito de comer ciertos productos como el exceso de sal, fritos, fiambres, quesos grasos, etc., me convertí en una especie de noticiero cada noche durante las cenas y durante años, porque mientras yo comía la versión sana del menú, como por ejemplo: un plato de pasta con muchos vegetales, aceite de oliva con especies y nada de queso de rallar, ni crema, ni manteca,  ellos comían la versión opuesta, entonces les iba informando el daño que les iría produciendo el abuso constante de esos ¿alimentos? en sus organismos y las enfermedades que se estaban amasando lentamente. Durante años yo comí una receta y ellos otra, hasta que poco a poco comenzaron a comer de la mía, y después de 7 años logramos comer sano todos, compartir una misma receta, con algunas licencias para ellos, pero nada abusivo, por ejemplo: si hago una pizza de verduras le pongo un poco de mozzarella a la parte de ellos, pero a penas y siempre con muchos vegetales (ver “mis recetas”).
Como verás, uno no puede llegar un día a casa y cambiar la manera de comer, ni ninguna otra cosa, de la noche a la mañana. Se necesita más que paciencia, constancia, convicción, fortaleza emocional, y muchas otras virtudes, de lo contrario gana el grupo y uno termina por ser y hacer lo que no desea. Yo sabía que estaba tratando de “imponer” mis nuevas ideas y que los estaba manipulando, pero no lo hubiera hecho de estar tan convencida que los estaba rescatando de futuras enfermedades crónicas y altamente riesgosas para la vida. Hoy me siento orgullosa de haberlo hecho, de no haber aflojado, y creeme que no fue nada fácil. Yo apoyo cualquier cosa que quieran ser o hacer mis hijos, mientras no les afecte la salud y no se las afecten a otros, y por sobre todo, a la primera persona que aprendí a respetar es a mí, vale la pena.

domingo, 16 de marzo de 2014

¡DALE, COMÉTELO, DE VEZ EN CUANDO NO PASA NADA!


El problema es: si puedo definir en “tiempo” qué significa “de vez en cuando”, es decir: ¿a cuánto tiempo nos referimos cuando decimos “de vez en cuando”?, porque no es lo mismo darse un gusto cada 24 horas, cada 8 horas, cada 72 horas, una vez por semana, cada 15 días, una vez por mes, etc. Yo descubrí que las personas que dicen: “me doy un gustito de vez en cuando” desconocen la realidad de cuán periódico se dan ese gustito y que lo hacen más a menudo de lo que imaginan.
Creemos que tenemos el control y el conocimiento de todo lo que metemos en la boca, pero te aseguro que no es así. Un día me tomé el trabajo de tratar de recordar todo lo que puse en mi boca desde ese instante hasta tres días hacia atrás y fue terrible, no podía recordar con claridad, es como cuando te despertás y se te van borrando los sueños, como si fuesen informaciones no trascendentales, y que el cerebro decide no recordar para no almacenar info innecesaria.
Cuando comencé a prestar atención de la periodicidad con la que me daba gustos, descubrí que lo hacía más seguido de lo que pensaba, no solo eso, además me sorprendí por la necesidad que tenía mi organismo de darme aquellos gustos. Cuando traté de frustrar muchos de esos impulsos sentí, con claridad, cómo me subía la ansiedad a niveles casi desesperantes. Entonces, darme un gustito, no es una decisión que surge de mi libertad de elección, sino, por lo contrario, surge de la necesidad orgánica neuroquímica que aflora, cuando los componentes químicos de ese alimento que deseo comer, descienden en mi organismo, o sea que: ¿me doy un gustito de vez en cuando o calmo mi  adicción a ciertos alimentos?.
¿Qué hice con esta revelación?. En primer lugar traté de observarme con qué periodicidad sentía la necesidad de darme gustitos. Luego traté de frustrar los que consideraba que estaban muy próximos al último gustito que me había dado. Si no los podía frustrar apliqué mi “plan canje”, es decir: por otro alimento parecido pero saludable y natural. Cuando pude tener bajo control los períodos de tiempo con los que me daba gustitos, recién ahí pude saber y decidir, con libertad, cuándo y me doy un gustito.
Pero me parece interesante, compartir contigo, esto de darnos cuenta que no tenemos el control del acto de darnos un gustito, como tampoco son tan de vez en cuando como creemos. Ya que si reconocemos que algo se nos está yendo de nuestras manos, ese es el principio para poder comenzar un cambio.

Mis tips para destrabar el problema

1.     1º observo cada cuánto tiempo me aparece la necesidad de darme un gustito.
2.     2º Trato de frustrar la acción de darme un gustito que considere muy próxima a la anterior y observo qué siente mi organismo.
3.     3º Si siento que me sube la ansiedad y no la puedo controlar acudo al plan canje.
4.     4º Frustro la mayor cantidad de actos de darme un gustito, por un período de tiempo prolongado, hasta sentir que no estoy bajo el dominio de una adicción, que “puedo” no dármelo sin sentir que desespero.
5.     5º Finalmente me doy un gusto cuando siento que me lo merezco y no sufro si debo frustrarlo.


Afirmaciones

Frustrar el acto de darme un gustito me hace sentir fuerte y poderosa.

El poder es mío.

Las adicciones me roban el poder.

Darme un gustito es un acto de libertad, jamás volverá a ser un acto de abstinencia.

Si sé lo que me pasa lo puedo cambiar.

Si me engaño me pateo en contra.



¡¡ARRIBA, VOS PODÉS!!

Estas fotos las saqué el 25 de Febrero para los nuevos DVDs que pronto estarán editados. ¿Qué les quiero contar con ellas? que la vida también me golpea, pero trato, con todas mis fuerzas, de no "maltratarme yo cuando las cosas se ponen duras", no es fácil, yo también quisiera tirar todo por la borda y comer hasta reventar o fumar o tomar alcohol o lo que sea para aliviar el dolor, pero me recuerdo: "esto también pasará y no quiero quedar como un monstruo, merezco algo mejor y ser feliz". No crean que porque hago cosas la vida no me golpea, lo hace y muy duro, y en todo caso: hago cosas para que me duela menos. Los amo y nunca te olvides que no hay suerte, solo hay personas que no se entregan y mueven los brazos muy fuerte para no ahogarse. Mueve tus brazos, ya no llores, no mires atrás, respira, de vos depende. Te quiero.