Millones de mujeres y hombres
de todas las edades son infelices porque se “sienten feos”. ¿Y por qué se
sienten feos?, sencillamente porque se comparan con el modelo de belleza de
moda del momento. Cuando la sociedad “implanta” un modelo de mujer u hombre,
inmediatamente la mayoría queda fuera de concurso, aumentando la insatisfacción
y con ella la demanda de cirugías, tratamientos y todo tipo de cosa que se venda
con la promesa de acercarnos a la transformación deseada. Pero lo que para
muchos es un gran negocio, para los que se sienten feos es un trastorno
psíquico y emocional difícil de ordenar.
Y en ese torbellino de
angustia por no ser ni parecidos al modelo perfecto, nos vamos alejando cada
vez más de poder darnos cuenta que, en realidad, cada uno de nosotros somos
extraordinariamente diferentes y es, justamente, esa diferencia la que nos da
la posibilidad de ser bellos. Digo la “posibilidad” porque la naturaleza
genética por sí sola no es la responsable de lo mal que nos tratamos y de la
fealdad que adquirimos por autodescuido. Es decir: si soy morocha de tez
morena, cabello rizado, nariz grande,
senos pequeños, baja estatura y ojos
café, no soy fea por eso. Pero si estoy gorda porque me como todo, camino
torcida, me cuelgan las carnes porque no hago actividad física, etc., entonces
sí soy fea por eso. Uno es un modelo único e irrepetible, si lo cuido no hay
posibilidad de no ser bello, individualmente bello. Claro que para entender
esto primero hay que despojarse del modelo de belleza implantado por la
sociedad y dejar, finalmente, de compararse con él. Si tratamos de mantener lo
mejor posible el modelo individual, seremos los dueños absolutos de una belleza
única e irrepetible que nos identifica y diferencia del resto. Tratar de ser
distintos a uno mismo nos conduce por un camino de eterna insatisfacción, baja
autoestima, dudas, miedos, frustraciones, etc. Pero tratar de hacer brillar el
modelo que nos tocó, sin modificaciones, nos conduce por un camino de
identidad, de seguridad, de amor, de logros, en fin: de felicidad.
Agradecer el modelo único que
somos es el comienzo para empezar a sentirnos plenos, completos y poder disfrutarnos.
Pelear contra el modelo único es una completa equivocación.